A García Márquez o se le adora o se le odia, pero no las dos cosas a la vez pocas veces se dan. Mi relación con el comenzó con Memorias de mis putas tristes y continúo una navidad lejana con Cien Años de soledad. Y tengo que decir además que Crónica de una muerte anunciada ha sido una de las pocas lecturas obligatorias que me gustaron en el instituto. Y es que hay que agradecer que de vez en cuando te obliguen a coger reconocida obras de literatura universal en las manos y no eses libros de literatura juvenil sin sustancia ni encanto literario que me hacían leerme en el colegio una vez por semana y que … sin pretender ser cruel, al final me daban hasta nauseas, y me quitaban todas las ganas de leer. De echo abrir un libro termino convirtiéndose en un suplicio … Pero eso son otras historias.
Crónica de una muerte anunciada ha tenido que salir de su escondite para ayudame con un trabajo sobre autopsias. Y he pensado que, estando cerca de San Valentin que mejor que un libro como este donde muerte, deseo e intrigas se dan la mano de una forma encantadora a través del realismo mágico y el género periodístico.
Me parece un libro curioso en tanto que entre el titulo y la primera frase uno ya sabe que el final no será de color de rosa: “el día en que lo iban a matar Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana”. Y es precisamente ahí donde nace el hilo de esperanza que une toda la narración. Marquez no dice: el día en que lo mataron; sino, “el día en que lo iban a matar”. Y el lector inconscientemente ya sabe que Santiago Nasar tiene sus páginas contadas. Y como es lógico, teniendo desde el principio un muerto, a este se le puede hacer la autopsia incluso antes de haber contado como llego a su inerte estado.
Pero la historia de Nasar solo el nexo de muchas otras: la de la madre, la de la madrina y la del extranjero y la de Ángela Vicario, la novia devuelta en su noche de bodas y la esposa abandonada que espero, y espero, y espero … como solo saben esperar las mujeres de Márquez a que ese amor profundo, inmenso, hiperbólico, descomunal, sincero, perverso, incluso un poco tonto, se vaya marchitando junto a su juventud o reaparezca milagrosamente para hacerlas feliz en sus últimos años de vida. Así es de cruel el realismo mágico con la mujer, siempre haciéndola esperar, escondiendo su corazón amante de la vista de los otros, haciéndola un fantasma desesperado por esa falta …