CAPITULO 5: LápidaEra una espléndida tarde de otoño, dorada e intensa pero los tres, en vez de disfrutar las últimas caricias del verano, miraban el mármol blanco de un columbarium.
Cristobal Matias
D.E.P
La sobriedad de la inscripción dejaba entrever la relativa felicidad de la familia. Las flores ya se habían marchitado, pero en vez de haberse dorado y avivado hasta su último aliento, como las hojas de los árboles otoñales, se habían convertido en una masa informe de dinero perdido.
Mariom la vigilava sutilmente y Felix guarda silencio con cara de resignación. En cuanto tuviera oportunidad se iría de aquella casa, pensaba continuamente, y después observaba a Mariom, e a Iridiana, y el misterio que las envolvía lo comenzaba a envolver a él también.
Estaba totalmente seguro de que Mariom se lo abría propuesto a el por que estaba solo y sin dinero en el bolsillo. De todos modos no se podía negar que la oferta era suculenta: casa, comida y sueldo. La pregunta era ¿En qué consistía su trabajo? De momento tendría que ser la sombra de aquellas dos para poder salir corriendo a la mínima de cambio.
Yo quería que dios me escuchara,- dijo mirando al muchado- al menos que el lo hiciera, por que tenía la sensación de que nadie más lo hacía. Pero nunca se puede estar de seguro de que los de arriba te escuchen, por que aunque sean ultrapoderosos, están lejos, y nuestras voces humanas no pueden llegar a sus oídos. Aquellos señores vestidos de negro que recitaban cosas en los altares de las iglesias me decían que la fe era el mejor megáfono. Pero yo no tenía fe en nada ni en nadie. Yo quería que Afrodita se apiadase de mi y me indicara el camino que debía seguir para encontrar la mitad de mi alma, pues en los últimos tiempos sentía que un agujero oscuro se había llevado parte de ella. Yo quería que Zeus se transformara en mosquito, pájaro, lluvia de oro, nube, incienso o lo que fuera y que me hiciera sentir, como a Leda, la voluptuosidad de su compañía. Yo quería, en definitiva, que una luz pequeña iluminase mi vida. Y no es que fuera mi vida un drama oscuro o estuviera plagada de tormentas de verano, mi vida era normal, lineal y tranquila, y por veces mi vida misma hacía que no me sintiera viva. Pero en vez de eso me dieron la oscuridad, quizás como merecido premio por haberme quejado durante toda la vida. Pero, yo, la insignificante mujerzuela, quería en verdad ser más especial que los otros, más humana que los otros, y en vez de eso no tuve nada. Cuando me desperté no podía oler ni siquiera la cera que se consumía a mi alrededor, ni sentir el calor de la piel de Cristobal, oía pero no con mis oídos, y veía pero no con mis ojos. Ellos estaban allí, frente a mi, invisibles a los ojos de los hombres, acechando, y yo les preguntaba una y otra vez que me estaban haciendo, por que me arrancaban tan cruelmente del seno mismo del universo. Y ellos solo dijeron: nos lo han pedido, ahora debes decidir tú. No me advirtieron de lo que pasaría después. Vi sus ojos de preocupado, llenos de amor y ternura, mi corazón jamás se había inflamado así de amor, y jamás podría experimentarlo, pero pude sentir la calidez de su alma llamándome a gritos y pensé que quizás merecería la pena aprovechar aquella oportunidad a su lado. Eso fue lo que pasó, y ahora estoy aquí, sin rumbo, sin tarea, con mi deuda saldada y sin haber regresado a casa.
Felix no entendió nada. Ni la más mínima palabra. Había un “ellos”, un “cera”, un “oportunidad”, un “pense”, “quizás”, “amor”. Escapaba a su raciocinio. Iridiana lo sabía perfectamente, y no quiso contar más por eso. Hay cosas que no se deben contar, por que prácticamente son imposibles de verbalizar y menos posibles aun de entender. Cómo se podría entender el vivir sin vivir, el ver sin ver o el oír sin oír. Sonaba ridículo explicar que ella estaba allí por un erro del universo sumado a dos amigos locos y una respuesta errónea. Acabarían encerrándola por loca.
- ¿Conociste alguna vez a su hija?
- Si, Carlota. Tiene dos años más que tu.
Los tres seguían mirando la blancura de la lápida.
- ¿Es bonita?
- Como su madre.
- Entonces es bonita. ¿ inteligente?
- Como su madre.
- Pobrecita.
A Félix casi se le escapa una carcajada. Tres casi mafiosos cotilleando ante una lápida.
- No fueron felices. – dijo encaminándose a la salida.- me alegro
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