Capitulo XXXII: la hiedra, el lino y el cerezo.
Amaneció con lluvía fina plateando la hierba de los jardines imperiales, confiriéndole a todo un tono de santo y sagrado prácticamente onírico. Amanecer y llenar la vista y el alma con una escena tan hermosa me quito de la mente todo mal hasta que escuche a Marel caminar por la casa de invitados, bendiciéndola con el paso de sus ocultos, y seguramente bellos ,ojos, pues bellos debían ser los de una mujer como ella.
Caminamos hasta el carruaje en silencio, cada uno sosteniendo su breve equipaje. El vehículo no tenia capota y la fina lluvía nos envolvia con su agradecida frescura, era como una purificación celeste acariciando nuestros pecados y debilidades, era reconfortante pero a pesar de ello nos afligia la separación. Mi corazón, encongido, gritaban muy adentro el nombre de Marel, y yo ardía en deseos de abrazarla, de tomarla entre mis brazos y besarla arrancandole el velo.
- Los cerezos habran perdido ya sus hojas ... me gustaria verlos en flor de nuevo ...
- ¿Ya no recordáis que son de perenne flor?
- Solo quería escuchar vuestra voz Marel, no seais tan severa conmigo, vos que habéis sido mi madre, mi hermana, mi ... – entonces callé, nada mas dije y ella bajo los ojos y se perdio en los colores de la mañana, tan callada y serena ...
Cuando llegamos al puerto y el olor a pescado y alcohol que inundaba las calles llegó a nosotros, lamentamos despedirnos de Deobari con aquel perfume a pobreza y vicio. Habían embarcado todos, y Marla que había venido con nosotros, cabalganto delante del coche de caballos, como sifuera una doncella mas del cortejo, nos observaba a una distancia considerable dando las ultimas ordenes para la partida y el cuidado de Marel, quien sería escoltada pos dos guardas imperiales.
- Esto es vuestro – Dije tendiendo la espada hacia ella. Marel no se movió, no supe que era lo que pretendía, ni si iba a decir algo, solo me movi sin pensar, dejándome embriagar por el deseo de abrazarla por ultima vez.
Me acerque a ella y la rodeé con mis brazos, no para abrazarla, sino para atar la espada a su cintura, me movi despacio, disfrutando del contacto de nuestros cuerpos, como si fuese las mas dulce de las caracias, y cuando ya la iba a dejar libre de mi presencia y mis deseos, de mis sueños ella me cogió de los brazos, invitándome a permanecer cerca, rodeándola, podía sentir su calor, su perfume de violetas se grabaría en mi memoria con tanta intensidad que podría recordarlo durante años y años y su voz en mi oído sería la nana con la que dormiría en las noches de helada anhelado regresara la tierra que me había visto renacer.
- Que los dioses os protejan, os sean propicias todas las fuerzas del mundo. Vos que creéis en el Único, os sea propicio el, no os niegue ningún favor, os guarde y os proteja para que arribéis sano y salvo a vuestro definitivo hogar, Ersyl de Zof-ria.
Dicho esto embarcó y yo me quede solo e inmóvil rodeado del bullicio del puerto, tocado por la verde caricia del mirar de Marla, y esperé a que el barco se perdiese en la lejania, hasta diluirse en la neblina de la mañana y pense: “No, Marel. Me sean propicios vuestros dioses, que ellos guíen mi estrella pues en el seno del Único desaparecí del mundo y bajo los cuidados de los vuestros nací de nuevo. Rezar por mi, como yo lo haré por vos, que mi alma no se aparte del camino que me llevó a vos.”
31 de Octubre, El libro II verá su final ...
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